sábado, 8 de septiembre de 2012

Capítulo 4: Alas de la Libertad



Araña y Mac comenzaron a subir las escaleras con las armas en la mano. Subían a la terminal del aeropuerto con cuidado; mientras tanto los demás empezaron a organizar la salida subiendo las escaleras a toda prisa.
Paul estaba un poco distante y esperaba alguna respuesta por parte de Mac. Araña bajó a toda prisa y algo nervioso.
- Tenemos que salir rápidamente. Creemos que están fuera, en las pistas de aterrizaje organizando algún tipo de escuadrón para defender el aeropuerto.
Jack se adelantó con la niña aún en brazos, con la esperanza de que todo se desvaneciese como si de una niebla se tratara; una niebla que surgía en su pesadilla envolviendo cada pensamiento y no dejándole despertar.
Los demás le seguían ya que la escalera era estrecha. Volvían a la terminal y esperaban encontrar a Mac y a Araña hablar con los militares, pero no fue así.
En cuestión de minutos, la terminal era un campo de batalla donde muchos cadáveres yacían en el suelo. En las afueras se escuchaban disparos y la respuesta del enemigo ante las defensas. Araña apuntaba a los grandes cristales que daban a una de las pistas de aterrizaje. Las luces de emergencia iluminaban parte de la terminal, pero en el exterior no se veía nada salvo los destellos de las armas y alguna explosión. Mac entró al lugar. Su expresión era preocupante y el grupo esperaba respuesta por su parte.
Paul se acercó más al cristal. Jack se preguntaba cómo serian esos seres, pero el miedo le impedía matar su curiosidad.
- Tenemos poco tiempo para subir a uno de esos aviones del ejército y largarnos a Italia – señaló Mac hacia el exterior mientras les daba la única alternativa.
Todos se miraron y Jack avanzó unos pasos.
- ¿Solo tenemos esa opción? – preguntó a Mac
- No veo otra, salvo escapar con un vehículo a las afueras de Londres pero…
Una luz azul interrumpió a Mac y atónitos vieron como en la oscuridad, donde estaba situada la ciudad de Londres, apareció un hongo de color azulado.
Estaba a muchos kilómetros del aeropuerto. La batalla continuaba en el cielo negro de Inglaterra y gracias al resplandor se dieron cuenta de que los aviones militares comenzaron a caer en picado.
- Pero… qué demonios… - Paul pidió una explicación de lo que estaba ocurriendo – Están sin luces y no maniobran para escapar.
Muchas naves abrieron fuego mientras caían los aviones de guerra. El grupo no pestañeaba. Sus ojos se quedaron clavados en la escena y aunque la negrura de la noche les impedía ver lo que ocurría, las explosiones en la pista de aterrizaje ayudaban un poco a ver la posición del enemigo.
De repente, una de las naves azules aterrizó en la pista próxima a los aviones. Algunos civiles corrían fuera de las pistas con intención de escapar pero no se veían bien. Las demás naves se alejaron en dirección a Londres.
Mac se apresuró a mirar su arma mientras daba órdenes a Smith, Paul y a Araña; los demás se escondieron donde pudieron. Jack se estaba cansando de la situación y además la niña parecía pesar cada vez más.
Desde el exterior se podían escuchar disparos mezclados con el griterío y explosiones.
- Nos vamos – ordenó Smith mientras observaba la escena.
Todos comenzaron a correr según salían de la terminal. Araña y Paul disparaban sus armas y aunque Jack no veía nada por la oscuridad, unos disparos que provenían de un lado de la pista permitían descubrir al enemigo.
Un pequeño grupo de cuatro militares disparaban protegiendo un avión de pasajeros que encendía los motores. Comenzaron a subir las escaleras.
- ¡Pelotón, al transporte! – ordenó uno de los soldados.
En la pista ya despegaba un avión pero el enemigo abrió fuego contra el primer transporte. El avión estaba lleno de personas aterradas por la escena; los gritos de angustia y terror fueron súbitamente silenciados por un hombre.
- ¡Mirad!
Desde las pequeñas ventanas se podía ver cómo avanzaba uno de esos extraterrestres. Jack pudo acomodar la niña en un asiento mientras miraba por una de las ventanas del avión.
La armadura que cubría al ser era enorme; Debía de medir unos dos metros; parecía un buzo pero en sus brazos se veían unos pequeños cañones. Según avanzaba, con lentitud, se podía percibir que pesaba muchísimo, pero el ser sabía utilizarlo muy bien. Mientras caminaba alargó uno de sus brazos pero no le dio tiempo. Alguien disparo desde el exterior y le hizo perder el equilibrio.
- ¡Es Sanders, señor! Vociferó uno de los soldados del pequeño pelotón.
Jack miró cómo ese Sanders disparaba contra ese bicho metálico. Nadie, salvo los militares, sabía cómo eran esos invasores.
No hubo más disparos y el silencio se adueñó del avión. El oficial del pelotón se apresuró a llegar a la cabina de los pilotos y ordenar el despegue. En ese momento entró en el avión un soldado bastante cansado. Miró a Smith y le sonrió. Smith se quedó desconcertado y el avión comenzó a acelerar por la pista.
- Mac, ¿este avión no ha tenido el mismo problema que los cazas? – preguntó Paul – Los cazas se quedaron sin energía y cayeron como moscas.
Mac estaba pensativo y observando a la gente respondió.
- Creo que se trata de un arma de esos hombrecitos verdes. – Apoyó su mano en el hombro de Paul e hizo una seña a sus pantalones naranjas.
Paul no había caído en la cuenta pero con las ropas que tenían, junto con las pintas de Araña, podían acabar fuera del transporte.

Mientras tanto el 747 de la compañía British Airway podía viajar hacia Italia sin problemas… por el momento.

domingo, 12 de agosto de 2012

Capítulo 3: Luces


La oscuridad se adueñaba de las afueras del aeropuerto mientras el pequeño grupo entraba. No había nadie en las puertas y solo se veían entrar personas cargadas de maletas. Araña tropezó con una señora que llevaba una maleta, que cayó al suelo abriéndose y dejando salir unos candelabros que parecían de plata.
La mujer comenzó a gritar y empujó al muchacho.
Jack, que estaba a su lado, vio como Araña sacó el arma y le agarró del otro brazo con una mano empujándole al interior de la terminal.
- No vuelvas a hacer eso – Masculló, apretando los dientes con rabia – En mi barrio ya tendrías una bala en tu cabeza, capullo.
Jack le miró atemorizado sin saber el final de lo que podía ocurrirle con ese pandillero, pero Mac intervino enseguida y con una ceja levantada también sacó su arma y le apuntó.
La gente iba de un lado a otro gritando sin que el grupo supiera que ocurría en ese momento. A través del cristal miraban a la anciana que recogía su maleta y de repente se fijaron en unas luces azules que aparecían en el horizonte donde justamente estaba Londres.
- Se acercan – Susurró Smith apoyando sus manos en el cristal de la puerta – Esas luces… son las que se vieron salir del mar al sur de Japón.
- Tenemos que buscar un lugar seguro. Creo que no fue buena idea salir de la ciudad – comentó Mac mientras se acercaba a su hermano.
Paul se aproximó a Araña pensando que aprovecharía la ocasión para disparar a Jack pero estaba tan asustado como los demás en ese momento.
- Tenemos algunos minutos, ¿qué hacemos? – Preguntó Jack agarrando aún a la niña.
De pronto, la gente comenzó a gritar más al darse cuenta de lo que ocurría fuera. Corrían con dirección hacia las puertas de embarque y los militares, armados hasta los dientes, bloqueaban los pasillos. Un disparo hizo agachar a todo el mundo pero otros hicieron caso omiso y se lanzaron contra ellos. Muchos fueron abatidos y pronto salieron a las pistas para subirse al primer avión que encontraron.
Varios cazas salieron para encontrarse con las naves enemigas; eran la última esperanza para la gente que intentaba huir del enemigo. Solo con la oscuridad se podía ver la luz de sus turbinas; eran aproximadamente quince aviones de guerra. Muchas personas se acercaron a los grandes cristales que daban a las pistas de aterrizaje mirando cómo sus soldados luchaban contra esas cosas.
En la lejanía podían verse las luces formando un pequeño escuadrón en forma de triángulo y pronto los dos bandos comenzaron a luchar.
Un hombre se acercó al grupo también sorprendido. Su pelo pelirrojo caía sobre sus hombros; era fornido y llevaba un hacha grande. Vestía como si viniera de una boda y sus ojos azules no dejaban de mirar a través del vidrio la lucha que había en el oscuro cielo de Inglaterra.
Algunos lloraban de miedo observando la batalla y otros rezaban.
- Debemos escondernos por si alguna de esas cosas se acercan al aeropuerto. – Smith giró, buscando un sitio donde refugiarse – Aún tenemos una oportunidad.
Una mujer chilló y pronto volvió a resurgir el caos dentro de la terminal. Habría cincuenta personas que se empujaban y se peleaban por escapar. El aeropuerto se convertiría en un ataúd de cristales y hormigón.
- Los calabozos del aeropuerto… - Se le ocurrió al hombre que se juntó con el grupo – La policía tiene aquí unas celdas y están en la parte baja del aeropuerto; podríamos escondernos allí.
Mac sonrió; aunque a Araña no le gustaba la idea de volver a unas celdas, allí podrían resguardarse del fuego enemigo.
Jack estaba empezando a irritarse y veía como se acercaba una de las luces azules a toda velocidad. Comenzaron a correr todos detrás del hombre pelirrojo intentando esquivar a los que buscaban la forma de subirse a un avión.
La niña comenzó a despertar en los brazos de Jack pero estaba aún tan débil que ni siquiera se preocupo de quién era el que la sostenía en ese momento. Se sentía segura y esos pequeños ojos azules se cruzaron con los de él.
Entraron a la pequeña comisaría del aeropuerto y vieron las puertas metálicas. Había únicamente dos calabozos y estaban abiertos de par en par. Jack se asomó a una de las celdas y pudo descubrir que estaba totalmente vacía. Araña le empujó hacia dentro.
El espacio era poco para todos los que eran así que sin debatirlo se dividieron en dos grupos. Araña, la niña, Jack y el hombre que sabía dónde estaban las celdas entraron en una y Paul, Smith y Mac entraron en otra.
Solo se podía escuchar el vocerío que venía de las escaleras. Las dos puertas aún estaban abiertas se sentaron en el suelo a esperar lo que podría pasar.
Algunos se sentían seguros entre esas paredes de hormigón pero por ejemplo Araña no dejaba de acariciar su cabeza rapada a un ritmo frenético. Su estado era delicado porque se podría colapsar en cualquier momento o pasar a un estado incontrolable para el resto del grupo.
Jack dejó a la niña con el hombre del traje y le mostró la mano a Araña para prestarle su ayuda. Araña le miró despectivo pero al final agarró su mano y le abrazó con fuerza.
- Tranquilo chico, ya no estás solo. Susurró Jack rodeándole con sus brazos.
Las explosiones duraron varios minutos eclipsando el caos de la terminal. Se escucharon varios disparos. El silencio se adueño del lugar y Mac se aproximó a la escalera con su arma en la mano.

Llegó el momento de salir.

viernes, 3 de agosto de 2012

Capítulo 2: Caos


El tanque cruzó las calles a una rapidez de vértigo. Jack seguía abrazando a la niña y sentado en el suelo sin prestar atención a los participantes en su rescate.
Giró la cabeza analizando cada detalle del vehículo y se sorprendió por lo sucedido con anterioridad. El cañón lanzó un proyectil que viajó hasta el supuesto objetivo. Éste impactó y Jack, aún confuso, escuchó a Smith gritar eufórico. No sabía a qué se enfrentaba.
Pasaron unos segundos y prosiguieron la huida pero, ¿quién nos ataca?, ¿quiénes son para luchar contra un país como Gran Bretaña?
Las preguntas invadían cada recoveco de su cerebro y necesitaba respuestas.
Mac se percató de que Jack estaba confuso y se acercó. Su mirada era inquisidora e incomodaba al profesor como si se encontrara en una fiesta a la que jamás fuera invitado pero a la vez forzaba una sonrisa y el maestro lo notaba. Le producía desconfianza total hacía el supuesto comandante.
Jack le devolvió el gesto afirmando con la cabeza como diciendo que todo estaba bien.
- ¿De dónde sales? – Preguntó inquisitivamente Mac mientras le analizaba con la mirada.
- Soy maestro de matemáticas del instituto Kings – Respondió mientras dejaba a la niña, acomodándola en el suelo con su chaqueta.
Se percató de la mancha de sangre y cerró los ojos intentando recordar lo ocurrido.
Mac se dio cuenta y acarició su hombro. El guante de cuero ajustado hacía un extraño contraste con los pantalones naranjas. Sus ojos marrones, acompañados por unas horribles ojeras, se clavaron en la pequeña.
- Antes de que subieseis a esta lata recibimos un mensaje por la radio de que están evacuando Londres – Con la otra mano se frotó la calva con intención de buscar las palabras apropiadas, pero Jack ya le miraba con los ojos abiertos de par en par imaginando la situación.

Sólo podía conjeturarlo porque era la palabra de Mac contra lo que había visto desde la calle. Justo cuando comenzaron las explosiones se tuvo que refugiar en un taller mecánico y había resbalado, quedando inconsciente durante unos minutos. No se había hecho daño pero hasta este momento se perdió todos los acontecimientos.
Mac le puso al día de lo que ocurría y el profesor no pudo articular palabra. El hombre sólo pensaba en su familia que se encontraba en Bristol y los añoraba demasiado.
- Si nadie sabe qué son… ¿a qué disparasteis? – Preguntó a Mac – ¿Son franceses?
Mac negó con la cabeza y clavó la mirada en él.
- No lo saben aún. La radio está como loca escupiendo datos que no entendemos. Smith es el único militar, es mi hermano. Somos parte de los pasajeros de un autobús que nos trasladaba a una prisión en las afueras de Londres – Paró y analizó a los demás – No somos asesinos, profesor.
Jack ya había encajado el puzzle desde hacía rato pero quería escucharlo de la boca de uno de ellos. Esos pantalones anaranjados y gritar “fuego en el agujero” no le cuadraba como jerga militar en un carro de combate. El chico de las gafas parecía uno de sus estudiantes y el otro rapado con una araña tatuada en su cuero cabelludo estaba hablando con Smith.

Smith se parecía mucho a Mac aunque su pelo, corto al estilo militar, era de color rojizo; tenía barba de varios días. Siempre terminaba las conversaciones con una media sonrisa.

El chico de las gafas se llamaba Paul. Era el típico chico de 22 años que sólo pensaba en videojuegos y en coches. Sus pecas invadían sus pómulos y como Smith, era pelirrojo pero con ojos azules. Por el camino, sin que Jack aun supiera aún su destino, le había dicho que era un pirata informático y que le detuvieron por estafa en un centro comercial de Londres. Lo contaba con orgullo y riéndose de cómo escapó de un policía que le doblaba el peso corporal. La verdad es que no tenía nada de gracia, así que Mac le mandó callar y Paul no siguió con su historia.
El Araña era más complicado. Era un camello de los bajos fondos de Londres conocido por la policía. El Araña nunca hablaba de su vida y esa noche tampoco soltó prenda.
Jack no estaba aliviado por estar con un grupo que fuera así de particular.
El tatuaje que tenia en la parte de la nuca era amenazador. Parecía como si la Araña advirtiera del peligro que podría desencadenar atacándole por la espalda. Su mirada era penetrante y asustaba porque no se podía saber qué le pasaba por la cabeza. En la cintura llevaba una pistola automática y no paraba de tocar la empuñadura. Le inspiraba algún tipo de respeto y aprovechaba momentos clave para hacerlo y así recordarles que él era un tipo peligroso.
- Ya estamos a escasos minutos del aeropuerto y veo mucho movimiento de luces – informó Smith – Deberíamos relajarnos y pensar qué vamos a decir.
Mac asintió con la cabeza y los demás le siguieron, todos menos Jack que aún no sabía el plan. La niña seguía inconsciente y el maestro aprovechaba cualquier ocasión para vigilar sus constantes vitales.
Estaban llegando al aeropuerto cuando se dieron cuenta que todo estaba sumido en un caos; la gente corría de un lado a otro sin saber a dónde ir. No se escuchaban sino gritos, peticiones de embarcar en el primer transporte y la megafonía del exterior de la terminal que pedía la colaboración de todo el mundo.
“Es posible que mi familia esté por aquí.” – Pensó Jack mientras cogía de nuevo a la niña en brazos, mientras Smith le ayudaba a salir del vehículo.

miércoles, 18 de julio de 2012

Capítulo 1: Fuego en el agujero...


El instituto estaba totalmente destruido. Sólo asomaban dos columnas que estaban calcinadas por el incendio. Parecían los únicos testigos que quedaban de esa calle. Jack no paraba de llorar. Su ropa estaba manchada de barro y no se podía diferenciar si eran vaqueros azules o negros. Su chaqueta estaba igual que sus pantalones pero en la espalda tenía una mancha de sangre como si le hubieran impactado con una pistola de pintura.
Pensaba encontrar a alguien pero no había visto sino algún cadáver a la intemperie y gente huyendo de Londres. La ciudad estaba en silencio y Jack cayó de rodillas esperando una respuesta a su llanto.
Escuchó a lo lejos como una máquina pesada con su tracción de orugas. Jack sabía por el sonido que era un carro de combate. Sus articulaciones, que aún estaban clavadas en el asfalto, notaban cómo temblaba el suelo y enseguida se levantó. Se escondió detrás de un vehículo que estaba con el techo pegado a la acera; seguramente alguna bomba lo hizo voltear hasta llegar a la acera y apoyarse contra un escaparate de lencería fina.
De repente, observó que la máquina que avanzaba era un tanque militar y paró justamente delante de su escondite. No podía creerlo y aunque la manga de su chaqueta estaba sucia, se secó las lágrimas.
Cuando se disponía a salir escuchó un murmullo dentro del coche. Una manita salía del parabrisas y estaba llena de sangre. Por la experiencia del hombre, dedujo que era una niña y que necesitaba ayuda urgentemente.
Se agachó rápidamente para socorrer a la niña, cuando se abrió la escotilla del tanque. Salió un soldado y le hizo señas para que subiera al tanque lo antes posible. Era rubio, con un bigote que parecía que cuidaba con esmero.
Jack le respondió con sus manos y se tumbó en el suelo con las piernas giradas hacia el parabrisas. Respiró hondo y de un solo impulso dio un golpe al cristal, que no se rompió del todo. Se acomodó para poder quitar lo que quedaba del cristal y tiró de la mano. Era una niña pequeña de unos nueve años. Estaba semiconsciente, tenía una herida en la cabeza, pero se abrazó a Jack como si fuera su última vez.
El hombre se levantó y sin dudarlo corrió hasta el carro de combate. Era enorme y cuando ya estaba al lado, vio cómo unas manos agarraron a la pequeña y la subieron al tanque. Otro brazo se extendió para ayudarle a trepar por el costado del carro.
- Mac, me puede llamar Mac, amigo mío – Sonrió dando confianza – nos vamos de Londres ahora mismo..
Jack suspiró y le devolvió la sonrisa.
- ¡Comandante, algo se mueve en el frente! – Gritó el artillero.
- ¡Identifíquelo y si es el enemigo, dispare! – Respondió Mac mirando por un periscopio.
El maestro abrazó a la niña con fuerza y como pudo se quedó quieto dentro de la cabina.
- ¡Fuego en el agujero! ¡Fuego en el agujero! – Avisó otro soldado.
Jack sólo escuchó el estruendo del cañonazo. No abrió los ojos, comenzó a nombrar a cada miembro de su familia y no soltó en ningún momento a la chica.
Deseaba salir de esa pesadilla…

martes, 17 de julio de 2012

Como sucedió todo...

El 15 de julio del 2012 comenzó todo.
La humanidad no se esperaba que estuvieran siendo vigilados. Desde el mar comenzaron a salir objetos de diferentes dimensiones y formas. Llevaban en el fondo del mar desde hacia siglos y como esperando el momento salieron lentamente hasta quedarse a la espera.
La primera capital en caer fue Tokio y como fichas de dominó se inicio el ataque a gran escala. Fueron bombas atómicas, bueno se parecían como tal, que destruían las principales ciudades.

Los gobiernos, en estado de alerta, se trasladaron hacia los desiertos construyendo bases militares. La humanidad no perdía la esperanza y formaron hombres, casi todos civiles, para luchar por la existencia.
La base del Sahara consiguió atrapar un ser inteligente y este cooperó con los científicos. Se sabe que unos pocos de ellos no creen en la conquista de la Tierra.
Son más altos que nosotros y corpulentos. Sus ojos son grises, en vez de nariz tienen dos orificios pequeños y una boca pequeña. Todos poseen armaduras especiales cuando salen al exterior. Tienen cinco dedos en sus extremidades como nosotros y por los pocos datos que nos ha dado, tienen dos corazones.
Su piel es gris y por lo demás tienen nuestro aspecto. Nadie sabe estos datos salvo los que están en primera línea...
Las bombas se acabaron. Poco a poco la gente va defendiéndose como pueda y reúnen fuerzas para llegar a las bases.

Yo sigo luchando, me resisto y no pienso rendirme... soy Jack Bishop, era de Londres pero ahora mismo solo hay escombros y muerte.