viernes, 3 de agosto de 2012

Capítulo 2: Caos


El tanque cruzó las calles a una rapidez de vértigo. Jack seguía abrazando a la niña y sentado en el suelo sin prestar atención a los participantes en su rescate.
Giró la cabeza analizando cada detalle del vehículo y se sorprendió por lo sucedido con anterioridad. El cañón lanzó un proyectil que viajó hasta el supuesto objetivo. Éste impactó y Jack, aún confuso, escuchó a Smith gritar eufórico. No sabía a qué se enfrentaba.
Pasaron unos segundos y prosiguieron la huida pero, ¿quién nos ataca?, ¿quiénes son para luchar contra un país como Gran Bretaña?
Las preguntas invadían cada recoveco de su cerebro y necesitaba respuestas.
Mac se percató de que Jack estaba confuso y se acercó. Su mirada era inquisidora e incomodaba al profesor como si se encontrara en una fiesta a la que jamás fuera invitado pero a la vez forzaba una sonrisa y el maestro lo notaba. Le producía desconfianza total hacía el supuesto comandante.
Jack le devolvió el gesto afirmando con la cabeza como diciendo que todo estaba bien.
- ¿De dónde sales? – Preguntó inquisitivamente Mac mientras le analizaba con la mirada.
- Soy maestro de matemáticas del instituto Kings – Respondió mientras dejaba a la niña, acomodándola en el suelo con su chaqueta.
Se percató de la mancha de sangre y cerró los ojos intentando recordar lo ocurrido.
Mac se dio cuenta y acarició su hombro. El guante de cuero ajustado hacía un extraño contraste con los pantalones naranjas. Sus ojos marrones, acompañados por unas horribles ojeras, se clavaron en la pequeña.
- Antes de que subieseis a esta lata recibimos un mensaje por la radio de que están evacuando Londres – Con la otra mano se frotó la calva con intención de buscar las palabras apropiadas, pero Jack ya le miraba con los ojos abiertos de par en par imaginando la situación.

Sólo podía conjeturarlo porque era la palabra de Mac contra lo que había visto desde la calle. Justo cuando comenzaron las explosiones se tuvo que refugiar en un taller mecánico y había resbalado, quedando inconsciente durante unos minutos. No se había hecho daño pero hasta este momento se perdió todos los acontecimientos.
Mac le puso al día de lo que ocurría y el profesor no pudo articular palabra. El hombre sólo pensaba en su familia que se encontraba en Bristol y los añoraba demasiado.
- Si nadie sabe qué son… ¿a qué disparasteis? – Preguntó a Mac – ¿Son franceses?
Mac negó con la cabeza y clavó la mirada en él.
- No lo saben aún. La radio está como loca escupiendo datos que no entendemos. Smith es el único militar, es mi hermano. Somos parte de los pasajeros de un autobús que nos trasladaba a una prisión en las afueras de Londres – Paró y analizó a los demás – No somos asesinos, profesor.
Jack ya había encajado el puzzle desde hacía rato pero quería escucharlo de la boca de uno de ellos. Esos pantalones anaranjados y gritar “fuego en el agujero” no le cuadraba como jerga militar en un carro de combate. El chico de las gafas parecía uno de sus estudiantes y el otro rapado con una araña tatuada en su cuero cabelludo estaba hablando con Smith.

Smith se parecía mucho a Mac aunque su pelo, corto al estilo militar, era de color rojizo; tenía barba de varios días. Siempre terminaba las conversaciones con una media sonrisa.

El chico de las gafas se llamaba Paul. Era el típico chico de 22 años que sólo pensaba en videojuegos y en coches. Sus pecas invadían sus pómulos y como Smith, era pelirrojo pero con ojos azules. Por el camino, sin que Jack aun supiera aún su destino, le había dicho que era un pirata informático y que le detuvieron por estafa en un centro comercial de Londres. Lo contaba con orgullo y riéndose de cómo escapó de un policía que le doblaba el peso corporal. La verdad es que no tenía nada de gracia, así que Mac le mandó callar y Paul no siguió con su historia.
El Araña era más complicado. Era un camello de los bajos fondos de Londres conocido por la policía. El Araña nunca hablaba de su vida y esa noche tampoco soltó prenda.
Jack no estaba aliviado por estar con un grupo que fuera así de particular.
El tatuaje que tenia en la parte de la nuca era amenazador. Parecía como si la Araña advirtiera del peligro que podría desencadenar atacándole por la espalda. Su mirada era penetrante y asustaba porque no se podía saber qué le pasaba por la cabeza. En la cintura llevaba una pistola automática y no paraba de tocar la empuñadura. Le inspiraba algún tipo de respeto y aprovechaba momentos clave para hacerlo y así recordarles que él era un tipo peligroso.
- Ya estamos a escasos minutos del aeropuerto y veo mucho movimiento de luces – informó Smith – Deberíamos relajarnos y pensar qué vamos a decir.
Mac asintió con la cabeza y los demás le siguieron, todos menos Jack que aún no sabía el plan. La niña seguía inconsciente y el maestro aprovechaba cualquier ocasión para vigilar sus constantes vitales.
Estaban llegando al aeropuerto cuando se dieron cuenta que todo estaba sumido en un caos; la gente corría de un lado a otro sin saber a dónde ir. No se escuchaban sino gritos, peticiones de embarcar en el primer transporte y la megafonía del exterior de la terminal que pedía la colaboración de todo el mundo.
“Es posible que mi familia esté por aquí.” – Pensó Jack mientras cogía de nuevo a la niña en brazos, mientras Smith le ayudaba a salir del vehículo.

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