El instituto estaba totalmente destruido. Sólo asomaban dos columnas que estaban calcinadas por el incendio.
Parecían los únicos testigos que quedaban de esa calle. Jack no paraba de
llorar. Su ropa estaba manchada de barro y no se podía diferenciar si eran
vaqueros azules o negros. Su chaqueta estaba igual que sus pantalones pero en
la espalda tenía una mancha de sangre como si le hubieran impactado con una
pistola de pintura.
Pensaba encontrar a alguien
pero no había visto sino algún cadáver a la intemperie y gente huyendo de
Londres. La ciudad estaba en silencio y Jack cayó de rodillas esperando una
respuesta a su llanto.
Escuchó a lo lejos como una máquina
pesada con su tracción de orugas. Jack sabía por el sonido que era un carro de
combate. Sus articulaciones, que aún estaban clavadas en el asfalto, notaban cómo
temblaba el suelo y enseguida se levantó. Se escondió detrás de un vehículo que
estaba con el techo pegado a la acera; seguramente alguna bomba lo hizo voltear
hasta llegar a la acera y apoyarse contra un escaparate de lencería fina.
De repente, observó que la máquina
que avanzaba era un tanque militar y paró justamente delante de su escondite.
No podía creerlo y aunque la manga de su chaqueta estaba sucia, se secó las
lágrimas.
Cuando se disponía a salir
escuchó un murmullo dentro del coche. Una manita salía del parabrisas y estaba
llena de sangre. Por la experiencia del hombre, dedujo que era una niña y que
necesitaba ayuda urgentemente.
Se agachó rápidamente para
socorrer a la niña, cuando se abrió la escotilla del tanque. Salió un soldado y
le hizo señas para que subiera al tanque lo antes posible. Era rubio, con un
bigote que parecía que cuidaba con esmero.
Jack le respondió con sus manos
y se tumbó en el suelo con las piernas giradas hacia el parabrisas. Respiró
hondo y de un solo impulso dio un golpe al cristal, que no se rompió del todo.
Se acomodó para poder quitar lo que quedaba del cristal y tiró de la mano. Era una
niña pequeña de unos nueve años. Estaba semiconsciente, tenía una herida en la
cabeza, pero se abrazó a Jack como si fuera su última vez.
El hombre se levantó y sin
dudarlo corrió hasta el carro de combate. Era enorme y cuando ya estaba al
lado, vio cómo unas manos agarraron a la pequeña y la subieron al tanque. Otro
brazo se extendió para ayudarle a trepar por el costado del carro.
- Mac, me puede llamar Mac,
amigo mío – Sonrió dando confianza – nos vamos de Londres ahora mismo..
Jack suspiró y le devolvió la
sonrisa.
- ¡Comandante, algo se mueve en
el frente! – Gritó el artillero.
- ¡Identifíquelo y si es el
enemigo, dispare! – Respondió Mac mirando por un periscopio.
El maestro abrazó a la niña con
fuerza y como pudo se quedó quieto dentro de la cabina.
- ¡Fuego en el agujero! ¡Fuego
en el agujero! – Avisó otro soldado.
Jack sólo escuchó el estruendo
del cañonazo. No abrió los ojos, comenzó a nombrar a cada miembro de su familia
y no soltó en ningún momento a la chica.
Deseaba salir de esa pesadilla…
Alucinante!!!
ResponderEliminarMuchas gracias amigo Oscar. Es un placer compartir este viaje contigo y acaba de comenzar. En este búnker mandas tú que eres el lector.
ResponderEliminarMás! Queremos más!!
ResponderEliminarGracias Flinstone
EliminarLe estamos dando al siguiente capítulo y esperamos que sea más largo para no dejar a nadie con hambre ;)
Abrazos y acordaros de haceros seguidores del blog. Compartirlo si podéis ;)
Pues aqui me tienes!! Y como dicen por ahí arriba, queremos más, asi que pa´lante!!
ResponderEliminarYa se me esta haciendo corto...mas ...mas....mas...
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